Hasta ahora, los retos en el contexto colombiano -similar al de otros países latinoamericanos, en medio de la pandemia del Covid-19- se han centrado en dos aspectos esenciales. Por una parte, contener los contagios, proteger la salud y evitar en cuanto sea posible, el colapso de los sistemas hospitalarios. Por otro lado, de manera complementaria y no por ello menos importante, tratar de que los daños a la dinámica económica no sean ni tan cuantiosos, ni tan permanentes, en particular en función de la demanda de los mercados internos, del empleo, la productividad y la competitividad de las empresas.
Como parte de ese entramado de factores y procesos de la economía, en fases de contención del virus, es importante señalar el papel que tiene el comercio exterior del país. Se trata de un sector que en especial, luego de la apertura económica iniciada en 1990, se constituye en un eje de crecimiento.
En las actuales condiciones, el comercio exterior tiene una influencia de primer orden en los planes de reactivación productiva que se adelantan. Sin embargo, es de notar cómo, incluso antes de la pandemia, la tendencia del poder adquisitivo de las exportaciones del país tendía a la baja. De conformidad con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) hasta febrero de 2020, la capacidad de compra de las exportaciones colombianas evidenciaba un índice de 82.
(Los productos colombianos con mercado en Estados Unidos).
Este indicador se establece con base en que para el año 2010, la capacidad de compra de las exportaciones colombianas era de 100. Se trata de la cotización de las exportaciones en función del valor de las importaciones, de manera que un índice superior a 100 establecería una mejora en ese poder adquisitivo, en tanto que índices bajo 100 muestran un descenso de ese indicador.
Se trata del indicador de los términos de intercambio que demuestra que tan efectivamente se inserta la economía de un país en los circuitos de los mercados externos. En la medida que ese índice es más alto, significa que las exportaciones valen más en términos no sólo absolutos, sino especialmente en función del costo de las importaciones. Lo deseable es que esas exportaciones incorporen cada vez más, crecientemente, valor agregado. De esa manera también se pueden ir ampliando los mercados internos y se posibilita elevar los salarios.
(Por coronavirus, países imponen barreras al comercio mundial).
Las exportaciones colombianas habían llegado a 108.2 en ese índice de los términos de intercambio para el período 2012-2013. Ese fue el punto más alto en los pasados 15 años y en esa condición, influía el alto precio que estaba teniendo el petróleo y el carbón en los mercados internacionales. Eran tiempos de notable apreciación de la moneda nacional y por ello de bajos niveles de competitividad de las exportaciones. En la actualidad, esas condicionantes han cambiado, teniéndose una significativa devaluación del peso, el que ha llegado a tipos de cambio de 3,900 unidades por dólar estadounidense.
Como en otras oportunidades se ha señalado, un desafío fundamental a enfrentar por la economía colombiana es no sólo la diversificación de su portafolio exportador, sino una transformación de la naturaleza de los productos que la componen. Se trata de que las exportaciones lleguen a tener sostenidamente, mayores valores agregados. Con ello se estaría escapando de los procesos de re-primarización de las exportaciones, los cuales están siendo generalizados en Latinoamérica.